Pues como ocurre en cualquier ámbito del coleccionismo de piezas antiguas o clásicas, el valor intrínseco de las cámaras clásicas o antiguas reside, aparte de intangibles como el antojo o entusiasmo que pueda tener el coleccionista en un momento dado, en factores tales como la importancia histórica por mor de la aportación tecnológica o comercial que haya podido tener, por el grado de disponibilidad en el mercado actual y, por supuesto, por sus condiciones tanto estéticas como funcionales pero en este sentido es vital que la cámara se haya preservado respetando su integridad original.
Es por tanto vital que cualquier acción de carácter conservacionista o de restauración respete esa integridad y en muchos casos es preferible que la pieza sea fiel a sus orígenes aunque muestre daños por el paso del tiempo en vez de un aspecto limpio, brillante y casi nuevo pero que sea como consecuencia de una manipulación con la incorporación de piezas no originales que la falsificarían. Otra cosa es que se haga una limpieza e incluso una lubricación y ajuste, siempre y cuando quien la haga tenga los conocimientos suficientes y sus intervenciones sean las mínimas posibles.
En todo caso, es quien la compra quien en todo caso debe decidir si desea acometer restauraciones o si ya ha sido restaurada, quien vende debe ofrecer esa información previamente, tanto en las fotografías y descripciones que acompañan su oferta.
Como todo, es una cuestión controvertida que es difícilmente generalizable y por supuesto, siempre sería opinable hasta donde hay restauración y donde empieza la falsificación.
